El confederalismo democrático: un acercamiento al conflicto kurdo

Fecha artículo: 06-Octubre-2014
Articulo original: Todo Por Hacer

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Un poco de historia

Lo primero sería ponernos en situación, adentrarnos aunque sea muy superficialmente en la historia del pueblo kurdo, de modo que podamos entender mejor su presente y sus expectativas de futuro. Sus orígenes se encuentran en el seno de los diversos pueblos indoeuropeos que se asentaron en torno a su situación geográfica actual (una amplia región, en gran medida montañosa, en el suroeste de Asia enclavada entre los montes Taurus -al sur de Turquía-, Zagros y Elburz -noroeste de Irán-) alrededor 2500 a.C. Durante la Edad Media se mantuvieron en gran medida autónomos, hasta que las fricciones entre los dos grandes imperios de la zona, el naciente Otomano y el ya antiguo Persa, convirtieron la región en importante estratégicamente, quedando finalmente repartidos entre las fronteras de ambos. Ya en el siglo XIX se multiplicaron los intentos insurreccionales de parte de la población kurda por su liberación de los otomanos, pero todos ellos fueron infructuosos. Durante todo este tiempo, la sociedad kurda vivió principalmente en base a una organización tribal, dedicados al pastoreo y la agricultura, con un importante conjunto de población nómada.

El siguiente punto de inflexión en la historia de este pueblo lo encontramos a principios del siglo XX, durante la Gran Guerra. Aquella gran contienda que desangró medio mundo también supuso un cambio sustancial en la geografía política, muy especialmente, en la de Oriente Medio (junto con la Europa central). La derrota del Imperio Otomano y la invasión de gran parte de su territorio por parte de ingleses, franceses, italianos, americanos y griegos, dio la oportunidad a las potencias occidentales de dar forma a un nuevo status quo en la zona que les permitiera explotarla económicamente. A todo ello había que sumar el apoyo que durante esta guerra habían recibido las fuerzas occidentales de muchos pueblos que vivían bajo el yugo otomano, ya fueran árabes palestinos, armenios o kurdos, y que una vez victoriosos reclamaban su independencia. En este contexto se firma en 1920 la repartición de la zona con el Tratado de Sevres, en el que se plantea un Estado Kurdo con aproximadamente un tercio de la superficie que ocupa este pueblo. Sin embargo, ante la reacción del nacionalismo turco de la mano de Mustafá Kemal y sus victorias ante las fuerzas occidentales, y teniendo en cuenta el miedo de las mismas al acercamiento turco a Rusia, en 1923 se planteó un nuevo tratado, el de Lausana. En él, los kurdos se veían sin Estado, quedando anclados entre las fronteras dibujadas por occidente en la zona. Al final, lo importante para las potencias occidentales era no perder el pastel del control económico y de recursos de la zona, o al menos, mantener suficientes raciones.

A partir de este momento y durante la segunda mitad del siglo XX se produjo un crecimiento de los procesos de lucha de los kurdos por su emancipación. En la zona turca, tras el fiasco de las promesas occidentales y ante la prohibición del uso del idioma kurdo (más bien, uno de los dialectos de este pueblo, que es que se habla en el este del Kurdistán), se inició un levantamiento que fue aplastado por el gobierno de Kemal, que a partir de este momento dio comienzo a una serie de prácticas destinadas a la claudicación de los kurdos que han extendido hasta nuestros días, a través del control militar, educativo y geográfico de la población (en este sentido, son numerosas las aldeas kurdas destruidas de cara a una migración de parte de la población a las ciudades, así como la introducción de colonos turcos en la región). Por su parte, en la zona iraní se llegó a crear durante un año, en 1940, la República de Mahabad. Y en cuanto a la región bajo el gobierno de Bagdad, los años 70 supusieron un repunte en la lucha armada de los kurdos contra las tropas iraquís, que les llevó, durante un corto espacio de tiempo, a forjar varias zonas autónomas del gobierno iraquí. A ello se podría sumar el célebremente triste 1988, cuando durante el curso de la guerra entre Irán e Irak, el ejército de Sadam Hussein atacó con armas químicas varias poblaciones kurdas iraquís. Sin embargo, no todo ha sido luchas por la independencia, también se han sucedido diversos conflictos armados entre los propios kurdos, ya fuera derivados de luchas tribales o políticas.

Para finalizar, el principio del nuevo siglo ha traído importantes cambios en la situación geopolítica, que a su vez han repercutido sobre esta región del mundo. En este sentido, la segunda Guerra de Irak, en 2003, supuso un paso adelante de los partidos kurdos iraquís en pro de su independencia, su apoyo al gobierno americano les reportó un estatus autónomo especial que ha crecido en estas últimas fechas ante la semi-descomposición del gobierno iraquí ante el avance del Estado Islámico. Del mismo modo, las diversas primaveras árabes que recorrieron el norte de África y Oriente Medio degeneraron en una guerra civil en Siria, ante la cual, las regiones kurdas, que no se posicionaron con ninguno de los dos grandes bandos (el gobierno de Al Assad y la amalgama de rebeldes), han ido consiguiendo una autonomía de facto sobre la que se gobiernan y defienden a sí mismos.

De modo que, actualmente nos encontram os con un pueblo de unos 40 millones de habitantes que se distribuye entre los estados de Irán, Irak, Siria y Turquía, contando también con una importante colonia en Armenia y en varios países de Europa occidental (Reino Unido, Alemania, Francia o Suecia). Un pu156490645-e1353951093782-620x372eblo que, en diferentes grados, ha sido y es negado social, cultural y políticamente por los gobiernos de estos cuatro Estados. El caso más sangrante podría ser el turco, en el que hasta hace poco tiempo, estaba prohibida incluso la palabra Kurdistán. En cuanto al porqué de esta situación, de esta opresión, un factor primordial es el económico (que raro, la verdad…). La zona que pueblan los kurdos es muy rica en materias primas, especialmente desde el punto de vista energético, conteniendo la totalidad de las reservas petrolíferas de Turquía y Siria, el 40% de las iraquís y el 10% de las iranís, a lo que se suma en este último caso, una de las mayores bolsas de gas natural del país; así como es una de las zonas de mayor producción de cereales de Oriente Medio y tiene también una importante superficie de pastos para el ganado. Ya en 1925, dos años después del ya citado Tratado de Lausana, se crea la Irak Petrolium Company, con participación francesa, inglesa y americana. Como en otros muchos casos, la riqueza de una zona acaba convirtiéndose en razón de su miseria.

El confederalismo democrático.

Una vez situados algo mejor sobre el terreno, nos parece interesante presentar una de las más importantes corrientes dentro de esta lucha del pueblo kurdo, la que tiene como epicentro (y grupo más conocido en nuestra geografía) al PKK, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán. Dicha organización nació en la zona turca del Kurdistán en 1978 como una apuesta por la liberación nacional y social del pueblo kurdo desde una posición marxista-leninista, con la intención de generar un Estado Kurdo Socialista dentro de la órbita de la antigua URSS. Tras años de guerra contra Turquía (con la que actualmente se encuentra en medio de un delicado proceso de paz), se comienza a producir en seno del partido un alejamiento del Socialismo Real, una evolución ideológica que comenzó a hacerse patente entre finales del pasado siglo y comienzos del presente, fruto de un estancamiento del proceso de lucha pasado y de una valoración crítica del camino (algo que ya de por sí nos parece muy sano dentro de cualquier organización), y que a ritmos no siempre parejos ha involucrado tanto a las bases como a los cuadros del partido (con especial mención a Öcalan, carismático líder del PKK, encerrado en una prisión turca desde 1999). Este cambio vino de la mano de la creación por parte del PKK de un frente amplio denominado KCK (Unión de Comunidades del Kurdistán), sobre el que pivotan más de 400 organizaciones políticas y sociales, y que fue generando un nuevo proyecto político basado en lo que ellos denominan confederalismo democrático.

Esta nueva tendencia, sin renegar del marxismo, bebe principalmente del municipalismo libertario y la ecología social teorizada por norteamericano Murray Bookchin. En este sentido, su núcleo ideológico pivota sobre el socialismo, el ecologismo y el feminismo. Se plantea una “democracia sin Estado”, que se fundamenta en la economía comunal, en la decisión y el trabajo desde abajo y en la centralidad de los municipios como ejes de la vida social (que irían generando una gran confederación); aunque incluyendo en todo ello la contradictoria participación en el aparato estatal actual a través de elecciones, algo que ya prescribe el anarquista norteamericano.

En la práctica, el peso de esta teoría recae sobre la asambleas y los consejos locales, apostando por la autogestión a nivel político y económico (a nivel de “educación, salud, cultura, agricultura, industria, servicios sociales y seguridad, asuntos de la mujer, la juventud y el deporte”). La lucha armada ha ido quedando en segundo plano (si es que se pude hablar así en un contexto de guerra soterrada con los diferentes estados de la región) frente a un proceso de extensión de la política a pie de calle:

«Existe participación popular en los consejos, incluso de personas no kurdas, y mientras las asambleas barriales son fuertes en varias provincia, “en Diyarbakir, la ciudad más grande en el Kurdistán turco, hay asambleas en casi todas partes”. En otro lugar, “en las provincias de Hakkari y Sirnak… hay dos autoridades paralelas [el KCK y el Estado], de los cuales la estructura confederal democrática es más poderosa en la práctica”. El KCK en Turquía “se organiza a nivel de aldea (köy), barrio urbano (mahalle), distrito (ilçe), ciudad (kent), y la región (Bölge), que se denomina “el Norte de Kurdistán.” El nivel “más alto” de la federación en el norte de Kurdistán, el DTK (Congreso de la Sociedad Democrática), es una mezcla de delegados de a pie con mandatos revocables elegidos por sus iguales, que constituyen el 60 por ciento, y los representantes de “más de quinientas organizaciones de la sociedad civil, sindicatos y partidos políticos”, que conforman el 40 por ciento restante, de los cuales aproximadamente el 6 por ciento está “reservado para los representantes de minorías religiosas, académicos u otros con un conocimiento o punto de vista particular”.»

Del mismo modo, el aspecto más étnico y nacionalista, aun perviviendo en cierta medida, va dephoca_thumb_l_gerilayenjin103jando paso a una apuesta federativa que se aleja de las fronteras, en la que el Estado-Nación ya no es el paradigma a seguir, sino que se presenta una sociedad en la con poder descentralizado en asambleas locales. A fin de cuentas, y teniendo en cuenta las palabras del periodista y antropólogo kurdo Mehmet Dogan: “El Estado-Nación capitalista es un Estado que legitima la dominación en tres sentidos: en primera instancia, permite que una clase explote a las clases populares; en segunda instancia, a través del machismo; y, por último, tenemos la dominación sobre la naturaleza…El confederalismo democrático no prevé solamente la autodeterminación de los pueblos kurdos, turcos, armenios, árabes y persas, sino que también apuesta a construir una manera de organización comunitaria desde la base donde todos podamos vivir en armonía con la naturaleza, donde hombres y mujeres sean realmente iguales”.

Con todo esto no tratamos de plantear una visión idealista de la lucha del KCK, sino más bien poner sobre la mesa un intento más de superación de la actual sociedad de miseria, con sus pros y sus contras (pues ciertos aspectos nos chirrían, ya sea las aún presentes derivas autoritarias de la forma partido o la excesiva adoración del líder Öcalan que a veces entrevemos), pero que nos da qué pensar.

La lucha de la mujeres.

Como ya se ha dicho, otro de los pilares sobre los que trata de pivotar la propuesta del confederalismo democrático es la cuestión de género; y ciertamente nos parece un punto de gran importancia. La discriminación de la mujer en la sociedad kurda, fruto tanto de la modernidad capitalista y su mercantilización, como de la tradición tribal patriarcal o de las diversas interpretaciones del islam, es algo patente y asumido como un problema central en la sociedad, sin cuya resolución no serán posibles la liberación social o nacional. Todo ello, aun partiendo de una sociedad tradicionalmente menos coercitiva en este plano que otras zonas de Oriente Medio.

En ese sentido, destacan dentro del KCK varias organizaciones específicas de mujeres, como puedan ser la YJA turca, el YR iraní o la Unión-Star siria, que cubren diversas áreas de trabajo, tanto en el plano ideológico, social o de la autodefensa. Si bien es cierto que la existencia de algunas de ellas se remonta a los años 80, con el tiempo han ido expandiéndose y cobrando mayor protagonismo en la política del día a día, de lo cotidiano, más allá del mero ámbito guerrillero. Su trabajo pasa, ante todo, por la concienciación de la población, por el intento de superación de una masculinidad dominante y una feminidad sumisa.

Entre algunas de las iniciativas puestas en práctica en este sentido, caben destacar el trabajo que se viene desarrollando por la participación masiva y activa de las mujeres en los diversos comités y asambleas, la apuesta por la copresidencia (de un hombre y una mujer) de ayuntamientos y asociaciones adheridas al KCK o la creación de pueblos autogestionados por y para mujeres que ha sido víctimas de malos tratos. A ello se suma la ya clásica, pero más visible en estos momentos de conflicto abierto con los energúmenos de Estado Islámico, libertad de uso (o no) del velo o las milicias armadas estrictamente femeninas.