Texto escrito por Mohamed Mazen, anarquista sirio, y publicado en su blog el 5 de Octubre. Traducido al castellano por ‘Rojava no está sola’.
Las élites locales en oriente medio están ocupadas estos días, así como sus homólogos occidentales e “internacionales”; hablando de la decisión de Putin de intervenir directamente en Siria. De hecho, así es como ellos “entienden” y practican la política: luchar contra sus oponentes regionales por la hegemonía regional, respaldados por un campo internacional contra el otro. Está claro que la decisión de Putin ha intensificado el conflicto actual entre los campos competidores locales e internacionales, en oriente medio y especialmente en Siria. Irán, y por supuesto Assad, Hezbollah y el gobierno iraquí, dieron la bienvenida a la intervención rusa, declarando que eso ayudará a contener el “terrorismo”, e incluso a derrotarlo. Por otro lado, los rivales del régimen iraní: Erdogan y los reyes y príncipes de los estados del golfo, condenaron los ataques rusos; y se comprometieron a rechazarlos. Algunos han amenazado a Rusia con una derrota similar a la que tuvieron anteriormente en Afganistán. En occidente, esto ha inspirado diferentes reacciones: algunos se sintieron furiosos ante la iniciativa rusa, otros indiferentes. Pronto algunos líderes religiosos se unieron al espectáculo: el portavoz de la iglesia ortodoxa rusa describió esta guerra como una guerra “santa”. A él le siguió el portavoz de la hermandad musulmana siria, que declaró la yihad desde su residencia en Estambul llamando a todos los sirios a luchar contra los agresores por todos los medios posibles. Algunos académicos saudíes también les siguieron con rapidez. También “políticos” e “intelectuales” se involucraron espontáneamente en el conflicto: librando otra guerra en las páginas de los periódicos y las páginas web, una guerra que no derrama sangre real, pero que mata todo signo o sentimiento de solidaridad humana y comprensión natural entre la gente común, las verdaderas víctimas de todos estos estúpidos conflictos. Los libertarios se enfrentan aquí a un dilema: una situación donde las fuerzas autoritarias están luchando entre sí con el único propósito de la hegemonía sobre los pueblos. Assad o ISIS, ambos son poderes ultra-totalitarios, casi fascistas en su estructura de demagogia o represión. Quienes le respaldan: o los mulás de Irán o sus rivales en Arabia Saudí, Turquía y Qatar; son todos gobernantes reaccionarios y despóticos. ¿A quién apoyar en un conflicto como este? Por supuesto, esto nunca es un problema para los autoritarios: ellos seguirán lo que vean como su camino hacia el poder; clamando que representa el “interés actual” de la nación o del pueblo, o de la Umma, o de la clase, etc. Ser autoritario siempre es más fácil, un trabajo sencillo.
La misma situación se dio en la guerra fría, dos poderes autoritarios lucharon por la hegemonía mundial, ambos clamando que estaban luchando por la “verdadera libertad”. Y cuando tú eres el “buen” tío, en la lucha contra los “malos”, sólo se hacen cosas “buenas”, incluso cuando matas y destruyes o reprimes. De esta manera: el sistema de represión de los Gulag, el espectáculo de los juicios de Moscú, la caza de brujas de McCarthy, etc; podrían ser justificados.
Hasta ahora cientos de miles de sirios comunes han muerto, millones han sido desplazados, pero todavía sólo podemos escuchar dos enfoques a sus sufrimientos: o simplemente acusar al enemigo de todas estas atrocidades y negar cualquier atrocidad cometida por “nuestros amigos” o hablar de ello como un daño colateral inevitable. Los bombardeos aéreos de los EEUU matan civiles inocentes, así como los de Rusia. Las bombas de Assad o las bombas suicidas del ISIS también matan indiscriminadamente. Desde que la revolución Siria degeneró en una guerra civil, cuando las masas en revuelta o sus comités de coordinación y sus milicias locales descentralizadas primeramente conocidas como el ejército libre de Siria fueron sustituidas por grupos semi-regulares dirigidos por señores de la guerra respaldados por déspotas regionales; los revolucionarios sirios se encontraron en una situación muy difícil: sin poder aceptar la victoria del dictador al mismo tiempo que sabían muy bien que su derrota no significa la liberación de los pueblos de la dictadura sino la sustitución de un dictador por otro.
Lo que quedó del ejército libre de siria, las milicias locales descentralizadas que comenzaron luchando contra el poder militar del ejército de Assad allanando el camino de su debilitamiento y el ascenso de los yihadistas; degeneraron en otras bandas lideradas por señores de guerra que siguen las órdenes de quienes les respaldan (quienes normalmente son los despóticos y ricos vecinos) y buscan la hegemonía y la riqueza incluso a cuenta de los mismos barrios que claman defender.
Y con el deterioro de la situación de vida del pueblo sirio, que ha sido el efecto de la intervención de todos esos poderes autoritarios; su fuerza y buena voluntad para luchar por ellos mismos, ha disminuido rápidamente y casi desaparecido, ya que están luchando ahora por mera supervivencia.¿Qué situación queda para un revolucionario, y por supuesto, para los pueblos?
Así como las primeras grandes esperanzas de emancipación se han venido abajo, debemos ser sinceros con nosotros mismos y con la gente y comenzar a desarrollar estructuras para futuras luchas.
Ni luchar por Assad o ISIS o cualquier otro señor de la guerra significa luchar por nosotros.
Ni el campo liderado por Irán ni el de Saudí merecen la pena que muramos por ellos.
Tampoco tenemos ninguna ilusión por un posible acuerdo de “paz”. Eso sería un nuevo estatus quo, una nueva represión, una nueva dictadura, que ofrece simple seguridad por sumisión, como todos hacen ahora con los sirios.
En vez de sectarismo, que ha probado ser un arma fuerte e incluso decisiva en las manos del dictador o de su élite opositora; nosotros buscaremos un nuevo movimiento de liberación, no sólo no multi-sectario como infringen los liberales, sino anti-sectario; no meramente secular, sino representando un secularismo libertario, en contraposición no sólo al fundamentalismo islámico, sino también al secularismo “autoritario” de algunos de los bien conocidos dictadores como Ataturk, Nasser, Assad, etc.
No elegiremos bando, ni instaremos a la gente a hacerlo.
Elegir bando significa sólo justificar el asesinato, la represión, y la autoridad.
Buscamos la libertad, la justicia, una vida decente, para todos. Ninguno de los campos autoritarios ofrece nada de esto a los pueblos. Sólo ofrecen su hegemonía. Nos oponemos a todos ellos, condenamos a todos ellos, los mantenemos a todos como los responsables de la situación crítica de los pueblos de Siria hoy en día.