Querida Judith,
en la carta que te mandé hace algunas semanas me quejaba de que el régimen aún controlaba la prisión de Eliya en Qamişlo. Esto se ha acabado.
El enfrentamiento comenzó el 19 de abril. Como siempre había sido precedido por las fuerzas de seguridad de ambos lados arrestando a gente del otro bando. Esta vez aparentemente fue debido a tres altos oficiales del régimen arrestados pocos días antes, así que ese día ellos intentaron arrestar a algunos Asayîş y policías de tráfico de Rojava en su puesto de control del centro de la ciudad, entre el mercado y la gran mezquita, como represalia. Las Asayîş resistieron siendo tres de ellas asesinadas. Tras esto todo el mundo se fue a las barricadas.
Yo me enteré de esto al día siguiente, hacia el mediodía, cuando algunas compañeras me llamaron. Me dijeron que estaban justamente en el mercado cuando estalló un fuerte combate, y que se refugiaron en el piso de un amigo. Cuando conduje hacia la ciudad por la tarde para encontrarme con alguien cerca de la prisión me encontré con que los Asayîş la habían sitiado. Minutos después de que llegáramos, la sede que un compañero y yo queríamos visitar estaba siendo evacuada, así que ante la falta de algo que hacer hasta que la reabrieran, nos unimos al asedio. Hacia la tarde empezaron a llegar refuerzos en Jeeps, principalmente HAT (Fuerzas Especiales Asayîş). Sus unidades médicas tomaron posición en un patio trasero, tras el mismo muro que nosotros, mientras los equipos de combate avanzaban hacia delante.
A pesar de malgastar un increíble montón de munición en los muros de la prisión y sus torres de vigilancia, nuestras fuerzas no consiguieron nada. Nuestro “Doşka”(ametralladora pesada) continuó disparando a la puerta de la prisión, después se intentó con más explosivos y un tanque, todo sin éxito. Por la noche todas las fuerzas de la milicia (incluidos nosotros) se retiraron e intervinieron las unidades YPG provenientes del frente de Şadade. Aun así el sitio duró hasta la mañana siguiente, cuando los defensores de la prisión finalmente se rindieron. Siete de ellos habían muerto, y los Asayîş también habían perdido un combatiente. Cuando entramos por la destrozada puerta de la prisión dos días después vimos que los muros eran mucho más finos de lo que pensábamos. Si nuestras fuerzas hubieran apuntado allí en vez de a la puerta, habríamos entrado mucho más rápido. También encontramos enormes cantidades de provisiones del Programa Mundial de Alimentos en las salas de almacenamiento de los carceleros. Todavía quedaban quince personas presas cuando el régimen se rindió, todos varones, varios de ellos desertores. Fueron transferidos a una base de los Asayîş hasta que sus identidades fueron confirmadas y liberados unos días después.