[ROJAVA] FEMINISMO MODERNO: POR QUÉ DEBEMOS APRENDER DE LAS MUJERES KURDAS

Mientras occidente, y especialmente Europa, parece indeciso e indefenso en la guerra contra el terrorismo, luchar contra el ISIS es la prioridad en Siria e Iraq, donde la heroica resistencia kurda, que engloba una gran participación de las mujeres, es la muestra de un feminismo auténtico y revolucionario.Ayşe Deniz Karacagil, la activista turca cuya historia había sido ilustrada por el dibujante de cómic italiano Zerocalcare en “Kovane Calling”, murió el 29 de mayo en Raqqa. Ella estaba luchando en las YPJ, las Unidades de Protección de Mujeres, un inesperado ejemplo de democracia que desafortunadamente sigue siendo un modelo único en toda el área de Oriente Medio.

A Ayşe le fue dado el sobrenombre de “la chica de la bufanda roja” durante las protestas de Gezi de 2013, en las que fue arrestada, tachada de terrorista y sentenciada a 103 años de prisión. Después de huir inicialmente a las montañas, se unió a las fuerzas kurdas en la lucha contra el autoproclamado Estado islámico. Al hacerlo, contribuyó a la defensa del enclave autónomo de Rojava, también conocido como Kurdistán sirio, un experimento inspirador y utópico comprometido con el secularismo absoluto, la democracia y la igualdad de género.

La Jineology, también conocida como la ciencia de las mujeres, es una de las convicciones fundamentales de la revolución social de Rojava. Este concepto innovador fue propugnado por primera vez por Abdullah Öcalan, el líder del PKK, y representa un paso hacia delante para el movimiento de liberación de las mujeres. De hecho, introduce un nuevo tipo de feminismo basada en la famosa declaración de Öcalan “Un país no puede ser libre a menos que las mujeres sean libres”, que se opone al paradigma sexista basado en la dicotomía sujeto-objeto que puede resumirse en “los hombres actúan, las mujeres son”. Les llevó algún tiempo a las mujeres adquirir poder político y militar, y organizarse autónomamente en un ejército propio, pero finalmente lograron establecer una organización paraguas democrática.

Estas mujeres encarnan los contrastes que definen esta parte del mundo: divididas por frentes de guerra y valores irreconciliables, a pocos kilómetros de distancia, existen realidades opuestas y no pueden dejar de chocar entre sí.

Por un lado nos sorprende la existencia de la brigada Al-Khansaa, una escuadra femenina de policía religiosa asalariada, encargada de castigar a cualquier mujer que desafíe la Sharia, y tan cruel como cualquiera de sus contrapartes masculinas. Las mujeres pro-ISIS están empezando a sentirse empoderadas y han pasado de ser simples yihadistas a desempeñar papeles más activos y operativos. Irónicamente, ISIS está ganando cierto atractivo al ofrecer una nueva interpretación del concepto de “chica-poder”, que parece ser particularmente atractivo para algunas de ellas.

Afortunadamente, en el otro lado, otras mujeres están liderando ejércitos. El pasado Mayo de 2016, fue la mujer kurda Rodja Felat quien dirigió a 15.000 mujeres y hombres dispuestas a morir por su libretad en un primer asalto para liberar Raqqa.

De hecho, ser capturada viva por el ISIS es, sin duda, mucho peor que la muerte. ¿Cómo podemos olvidar a Ceylan Özalp, la combatiente de 19 años que, al darse cuenta de que se estaba quedando sin munición, gastó su última bala en ella misma? ¿Y qué decir de Dilar Kanj Khamis -más conocida por su nombre de guerra Arin Mirkan-, la primera mujer combatiente que llevó a cabo un ataque suicida contra un gran número de yihadistas que la estaban rodeando en la colina Mishtenur, en Kobanê?

Ni siquiera las mujeres Yazidi, una comunidad religiosa kurda, se han librado de los abusos sexuales y brutales asesinatos tras la expansión del califato en Siria e Irak. En el centro de la ciudad de Raqqa, de hecho, se asignaron dos mercados para la venta de mujeres y niñas, mientras que muchas otras víctimas se suicidaron tras ser violadas o torturadas por militantes de Daesh. En 2014, por ejemplo, Nadia Murad, nominada al Premio Nobel de la Paz Yazidi, fue secuestrada y utilizada como esclava sexual, antes de escapar y llegar a Alemania.

Es difícil de creer, pero absolutamente claro, que los fenómenos aparentemente opuestos descritos anteriormente son en realidad dos caras de la misma moneda; las chicas yihadistas se ocupan de la opresión a expensas de otros, mientras que las mujeres combatientes luchan por la libertad y la igualdad.

Hoy, en el caos de la guerra civil en Siria, las mujeres luchan por defender su derecho a hablar y, motivadas por el deseo de un cambio concreto –o incluso de venganza en algunos casos– buscan desesperadamente la emancipación que nunca han tenido.

La creación del experimento de Rojava parece como un espejismo entre los países de Oriente Medio, y derrotar a ISIS no será el fin de la guerra para estas mujeres: sus esfuerzos serán dirigidos contra la lacra de los matrimonios infantiles, la poligamia y la mentalidad patriarcal a fin de romper con siglos de tradición opresora.

De hecho, no sólo tratan de superar una sociedad de honor-vergüenza, sino que también están sentando las bases para una progresión masiva con respecto a las estructuras sociales, culturales y políticas. Las clases en las que las mujeres aprenden acerca de la emancipación y grupos de apoyo para mujeres víctimas de abusos son ejemplos brillantes de esta revolución.

La defensa de los derechos de la mujer no debe darse por sentado, ni siquiera en los países occidentales, donde el futuro de nuestros valores fundamentales debería suscitar un debate serio. De hecho, el sueño del multiculturalismo mal manejado apenas los ha desafiado y uno de los objetivos del movimiento del siglo XX, la libertad de elección, parece casi olvidado, de modo que el feminismo moderno termina apareciendo como un legado apagado, lleno de estereotipos.

La Jineology transmite ideas poderosas que cualquier mujer podría abrazar. La importancia de la auto-defensa, por ejemplo, se ha vuelto increíblemente relevante dado el número de mujeres que sufren violencia todos los días. Aprender a superar cualquier forma de opresión es un buen punto de partida para romper la dependencia de las mujeres de los hombres.

Las feministas kurdas están dando una lección al mundo entero y podríamos aprender mucho de ellas en términos de defender los derechos y la progresión social. Nuestra lucha ahora, como los privilegiados, es difundir la voz de Ayşe, Ceylan, Dilar y cualquier otra mujer valiente, dejar que algunas de sus historias sean escuchadas y recordar que su batalla debe ser en realidad la batalla de cada mujer.

Los mártires nunca mueren, pero los logros de nuestras abuelas y madres por lo menos merecen ser genuinamente, con orgullo y ferozmente defendidos.

Autora: Silvia Fornaroli

Traducido por: «Rojava no está sola»