Conversamos con Alessia Dro, miembro del Movimiento de Mujeres del Kurdistán, durante su paso por Ecuador, dentro de una gira latinoamericana en la que ha visitado diversos espacios de mujeres organizadas de la región.
Alessia Dro nació en Cerdeña, una isla en el Mediterráneo. “Cerdeña ha sido definida como nación sin Estado, acá nació y se formó Antonio Gramsci. Hubo quienes querían hacer de esta la Cuba mediterránea”, comenta. A pesar de estar bajo dominio del Estado italiano, ha sido históricamente el territorio de un pueblo ancestral y de varios movimientos políticos revolucionarios autónomos, movimientos campesinos con fuerte tradición comunitaria que luchan en defensa de la tierra, especialmente contra el militarismo y el extractivismo, explica. Desde muy joven, con 13 o 14 años de edad, Alessia militó en espacios de lucha estudiantil y feminista. Recuerda que “estaba muy inquieta por poder, de alguna manera, encontrar un pensamiento que pudiera hacer una síntesis entre todos los movimientos antisistémicos (ecologistas, campesinos, anticoloniales, feministas…), que no entendía porque estaban a veces fragmentados o situados en contradicción entre ellos”.
Fue a través de la diáspora que conoció el Movimiento de Liberación Kurdo. “Hay más de 6 millones de kurdxs solo en Alemania, también en Italia y Francia están muy presentes; desde el compromiso contra la guerra y contra lo antidemocrático de cada gobierno, tienen dinámicas de participación política y de militancia que radicalizan y unifican los movimientos sociales dentro de esos países”. Cuando estudió en Latinoamérica, compartió experiencias de vida con las comunidades indígenas y los movimientos barriales y feministas populares. Supo de una conexión entre Argentina y la Federación Democrática del Norte de Siria, conocida como Rojava, a través de un amigo que le habló en este tiempo de Alina Sánchez, quien después haber regresado de Cuba trabajó para tejer puentes entre procesos del continente suramericano y Kurdistán. De regreso a Italia, Alessia compartió espacios cotidianos con mujeres exiliadas desde este territorio del Medio Oriente dividido en cuatro estados por el colonialismo europeo a principios del siglo XX.
“Nos vinculamos muy estrechamente con las compañeras, quienes eran amigas de todos los días. Ellas nos contaron qué estaba pasando en Kobanê, cuando estaba iniciando el proceso de ocupación, desde noviembre de 2014. De ese vínculo se creó la primera delegación italiana de feministas, movida por la memoria de la lucha de liberación partisana de sus abuelas. En este tiempo no circulaba ninguna información de lo que pasaba en Siria. Tuvimos la necesidad de entender no solo por qué, también para qué las mujeres estaban luchando en ese tiempo en Rojava”, puntualiza.
-¿Qué encontraste en ese primer contacto?
-Es importante entender que la histórica resistencia de Kobanê no es algo milagroso, que pasó a partir de un momento de ataque inexplicable, en 2014. Allí vimos los resultados de la lucha de más de 45 años del movimiento de liberación de Kurdistán: las mujeres estaban organizándose autónomamente desde los años 90, con formación política y popular en Damasco, en Alepo y en el área de la Federación Democrática del Norte de Siria. Realizaron allá comunas, casas de mujeres en cada calle…
Algo interesante fue ver es cómo la historia del movimiento de mujeres de Kurdistán tiene relación con un internacionalismo muy fuerte, esto es algo que las compañeras kurdas siempre muestran desde lo cotidiano. Por ejemplo, históricamente las mujeres del movimiento, desde su formación y fundación en los años 80, tuvieron mucha relación con la lucha palestina. A partir de sus militancias en otros lugares del mundo, comenzaron a trabajar sistemáticamente con las mujeres en diferentes áreas de todo Medio Oriente y del planeta desde la diáspora. Cuando en Siria hubo, en un conflicto internacional, un vacío de poder en la disputa entre la oposición islamista con el régimen sirio de Bashar Al Assad, eligieron la vía del proyecto de autonomía de los pueblos a partir de la organización de mujeres. Nuestra batalla es para la humanidad, recordaban, en cada momento.
En 2015, se juntaron ante la necesidad de la reconstrucción de la ciudad de Kobanê, que fue destruida por el Estado Islámico (EI). El 27 de enero de ese año se logró recuperar dicha urbe, liberándola y así fortaleciendo el Confederalismo Democrático.
Kobanê se logró levantar de nuevo en un tiempo increíble, a pesar que algunos expertos habían dicho que como mínimo se tardarían tres años. Y en seis meses, con el trabajo de todxs, la ciudad estaba en pie. Para ello, las mujeres se juntaron en las comunas y decidieron el tipo de ciudad donde querían vivir, y cómo esta se iba a organizar. Decidieron, por ejemplo, hacer espacios más circulares, con muchos árboles, recuperando las semillas locales, no tener una vía comercial, dar prioridad a barrios periféricos. Crearon cooperativas alejadas de cualquier lógica de explotación, sobre todo de comida y textiles, lideradas por las mismas mujeres. Hace años, en Kurdistán se luchaba en muchos ámbitos de la vida: en primer lugar, contra una sociedad extremadamente patriarcal, muy influenciada por el control más fundamentalista del EI. Antes de la revolución, bajo el régimen sirio y del EI, estamos hablando de niñas que eran obligadas a casarse con ocho años de edad, mujeres que vivían en poligamia obligadas y que no podían salir de la casa si no estaban acompañadas de un hombre. Pero desde una revolución de mujeres, esta mentalidad patriarcal y fascista se cuestionó entonces. Inmediatamente después de la liberación de Kobanê, las mujeres instituyeron sus principios de vida libre desde las asambleas populares separadas para garantizar y defender todos sus logros en cada aspecto social.
En este momento, en Rojava se libra una tercera guerra mundial. Una guerra genocida promovida por parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) contra el pueblo kurdo, una guerra contra la humanidad y las mujeres. Después que el EI fue derrotado propio por las Unidades de Protección Femenina (YPJ, por sus siglas en kurdo, Yekîneyên Parastina Jin) y de las Unidades de Protección Popular (YPG, por sus siglas en kurdo, Yekîneyên Parastina Gel), a causa de los bombardeos turcos, Turquía usa las bandas del EI desde tierra mientras al mismo tiempo bombardea escuelas y hospitales. Ha sido confirmado el uso de armas químicas con la finalidad de exterminar al pueblo kurdo.
Hay un proyecto de invasión de Rojava por parte de las ramas más violentas del islam, es decir, los yihadistas y el ejército turco. Estamos frente a una grave crisis humanitaria, resultado de los bombardeos contra escuelas, hospitales… en respuesta, la gente ha salido a las calles para defender su tierra. Está en curso una resistencia histórica, especialmente desde las mujeres.
Exigimos que el permiso de uso del espacio aéreo para Turquía sea cerrado, que la comunidad internacional se pronuncie frente a los crímenes genocidas, y crímenes de guerra.
-Con esta entrevista, nos gustaría empezar con una pequeña introducción, a partir de tus palabras: ¿cómo entender la magnitud del conflicto del pueblo kurdo? Por ejemplo, tú hablabas de una tercera guerra mundial que se está librando ahora mismo en ese territorio y, quizá, también de un cambio de paradigma en la guerra por lo que se disputa actualmente.
-El conflicto del Kurdistán tiene que ver con las políticas coloniales de los estados europeos, que con el Tratado de Lausana, en 1936, y con los Acuerdos de Sykes-Picot, que dividieron en estados la región del Asia Menor, hasta ahora formada por pueblos diversos. En ese momento, Kurdistán quedó dividido entre cuatro estados (Turquía, Irán, Irak y Siria).
Los estados son algo no natural en la vida de las comunidades y la organización social en dicho territorio. Por ello, han luchado desde 1978, en un inicio por la independencia nacional y más tarde por una confederación de pueblos que puedan coexistir en paz desde sus diferentes idiomas, culturas y confesiones religiosas. A partir de principios comunes, que se centran en la liberación de las mujeres, como la libertad religiosa y étnica, se va declinando desde una dimensión de liberación de mujeres y ecológica.
La guerra actual es una lucha por la existencia del pueblo kurdo. Turquía nunca aceptó la posibilidad de su existencia, de hecho los turcos aseguran que “no existe la etnia kurda”, hasta ahora les llaman “turcxs de las montañas”, y se está aplicando políticas de asimilación cultural y hasta genocidas para exterminarlo. Turquía, desde su nacimiento como república moderna en 1923, ha desarrollado una idea imperialista neo-otomanista de colonización e invasión territorial. No solo contra el pueblo kurdo, sino también con lxs armenixs y lxs griegxs, entre otros.
Los kurdos nunca hablaron de separación, a pesar que han sido considerados “separatistas que ponen en peligro a la república”. La propuesta de las mujeres kurdas, en realidad, es la autonomía democrática dentro de la misma república de Turquía, resultado de una resistencia histórica.
En el norte de Kurdistán (dentro de Turquía) hay ahora autonomías democráticas desarrolladas, como el confederalismo democrático de Rojava, en el que las municipalidades han sido organizadas en asambleas populares por el Partido Democrático de los Pueblos, cuya mayoría de diputadxs están presxs porque, después de ser electxs democráticamente, el gobierno turco lo consideró un partido ilegal.
Una de ellas es Leyla Guven, quien inició el 8 de noviembre de 2018 una huelga de hambre en la cárcel de Amed, al sureste de Turquía, en la que estuvo presa por denunciar las amenazas de la guerra de Turquía contra el Kurdistán. Porque desde que se alcanzó la Revolución de mujeres de Rojava, los estados hicieron mucha presión por el miedo de que estos proyectos pudieran extenderse, no solo como solución para el Medio Oriente, sino por la potencialidad de expresarse en otros lugares del mundo. Tienen miedo del pensamiento libre que ha sido desarrollado a través de este modelo de las comunidades.
El conflicto actual es una guerra de invasión abiertamente genocida. Empezó en Afrin, ciudad y cantón dentro de la Federación Democrática del Norte de Siria, que hospedó a todos los refugiados de la guerra en Siria, armando nuevas estructuras en la ciudad, integrándoles a la autoorganización de la vida, no en campos de refugiados. Pensamos que esta política de acogida y de derecho de asilo universal en Rojava es lo opuesto de lo que pasa en el resto de los estados mundiales. Además, la posición estratégica de Rojava representa una vía de ingreso al Medio Oriente, tan rico en recursos naturales, camino que Irán, Estados Unidos, Rusia y varios estados europeos se están disputando.
La necesidad de defender Rojava de los bombardeos y de la invasión del ejército turco y de liberar Afrin de la bandas yihadistas es ahora la prioridad del Movimiento Democrático. Turquía, con la excusa del pacto migratorio y de refugiados con la Unión Europea, recibió EUR 60 millones por parte del organismo para encargarse del control de fronteras. Mientras miles de vidas se ahogan en el mar Mediterráneo por el cierre de las fronteras en Europa, se da papeles a milicianos del EI para que ingresen a su país a entrenarse y, después, enviarlos a una guerra que llaman “sagrada”, aunque no tiene nada que ver con la religión, sino con el intento internacional de desestabilizar el Medio Oriente. Esto resulta ser una amenaza para el mundo entero. Nosotras hemos visto en las fronteras como los yihadistas intercambian su ropa con las fuerzas del ejército turco.
Nuestra demanda es de romper el aislamiento de Abdullah Öcalan, el líder ideológico del movimiento, encarcelado por el Estado turco en una prisión de alta seguridad en 1999, para que pueda empezar las conversaciones encaminadas a la paz, para que así paren las amenazas de guerra de Turquía. Desde el Centro de Prevención de la Tortura no se logró hasta ahora, después de más de 800 llamados, que se permita a Öcalan reunirse con sus abogados. Obviamente porque la presión mundial actúa para que las tentativas de paz no progresen.
Esta lucha, entonces, es heredera de las resistencia de los años 90, ya hace casi 30 años, que lograron que el confederalismo democratico de las mujeres se organizaran autónomamente en todas partes del Kurdistán y en Europa, en Rusia, en la diáspora… y esperamos que en América Latina (ríe).
-Como mencionas, tú conociste esta lucha por las compañeras de la diáspora. ¿Por qué hay tantas mujeres como tú, que decidieron unirse a este movimiento, a este proceso, desde tantos lugares del mundo?
-La filosofía del confederalismo democrático no es algo que solamente tiene que ver con el Medio Oriente, sino con la posibilidad de libertad de los pueblos, con una nueva visión del mundo. Se relaciona con una inquietud que hubo en los quiebres que los movimientos antisistema han puesto ante ellos, por ejemplo, el feminismo y el socialismo.
Antes del movimiento de liberación kurdo, hubo en los primeros escritos y prácticas políticas una crítica muy fuerte al socialismo y al internacionalismo clásico, en términos de centralización, lo cual puso en cuestión el modelo soviético y enlazó el socialismo y la lucha de liberación de las mujeres. Las miradas de las compañeras y compañeros kurdos, ya en los años 90, se enfocaban en declinar el socialismo desde una perspectiva no convencional. La liberación de la mujer estaba al centro de todo.
Hace falta identificar la contradicción más grande de nuestro tiempo: la que hay entre la resistencia de las mujeres y el patriarcado. Cuando se analizó esta contradicción, a lo largo de la historia, se vio que era la más importante. Por ello, se trazó una línea estratégica cuyo eje principal es destruir en primer lugar, no solo la dimensión de clase, sino la explotación que llega de la jerarquía y el dominio dentro de cada relación social. Se vio que la primera relación social jerárquica fue construida por el patriarcado con el dominio del hombre sobre la mujer. Para hacer una transformación, tenemos que lograr cambiar la sociedad con una perspectiva de liberación de las mujeres. Liberar las mujeres significa liberar la sociedad entera. Eso es algo que los movimientos revolucionarios en el mundo aún no han elaborado como eje prioritario, y creo que por eso hay mujeres de muchos lugares (árabes, turcomanas, iraníes, italianas, alemanas, españolas, armenias, francesas, holandesas, turcas, indianas, latinoamericanas, etc.) que nos unimos al movimiento.
-Muchas tenemos la imagen de las mujeres que están resistiendo en Kurdistán, en Rojava, que lucharon en Kobanê, Afrin, etc., un poco romantizada a partir de los medios de comunicación: con el fusil y armas, viviendo en las montañas. En realidad, esa es una parte de todo el trabajo que se lleva a cabo desde hace 10 años. Además de las autodefensas y las YPJ, que son milicias armadas, hay muchas otras realidades de resistencia. ¿Qué tan compleja es la realidad de autodefensa?
-Tienes razón con eso. Siempre hemos criticado la manera como los medios de comunicación occidentales han representado la lucha de las mujeres, objetualizándola, lo cual ha llevado a no entender lo que nosotras queremos decir cuando hablamos de autodefensa. No nos referimos a una lucha armada. Hablamos de la necesidad de defender los valores sociales, que son un exitoso producto del autogobierno de los pueblos y de su creatividad en la autorregulación de la vida. La autodefensa, para nosotras, tiene un sentido más filosófico, basado sobre un otro género de fuerza, sobre una relación holística con la naturaleza, y no sobre la dominación.
Nuestra lucha es, antes que nada, ideológica, puesto que parte al mismo tiempo desde los pensamientos y sentimientos. Que nunca separa la ética de la estética. Y cuando vamos a ver cómo se lograron, por ejemplo, los últimos sucesos militares, no es porque hubo una supremacía en armamento, más bien fue siempre lo contrario. Pero hubo una cohesión, la unión de un movimiento social con un objetivo común, que sabían en qué tipo de sociedad quieren vivir teniendo características muy distintas dentro de su composición pero con una voluntad común irrompible. Esta fue nuestra fuerza: mantenernos unidas en las diversidades con la liberación como punto de unión.
Las mujeres tuvieron un rol que empujó esto. Entonces, cuando hablamos de autodefensa, hablamos de autoorganización. Si no se explica eso, se va a malinterpretar. Para nosotras, la autoorganización significa la administración de la vida por fuera del poder; la posibilidad, fuera de las dinámicas de dominación del estado-nación, de entender cómo al margen del patriarcado y el capitalismo, al margen del estado-nación, y teniendo clara la vinculación que hay entre estos tres componentes, es posible desarrollar otro modelo.
La principal autodefensa no fue la de crear inmediatamente las YPJ, porque esa protección nació a partir del hecho que previamente había centros culturales juveniles, casas y comunas de mujeres que ya se estaban autoorganizando en el territorio desde la formación política. La lucha armada no era la necesidad principal, pero, en el marco de una guerra, hay que proteger la vida y la existencia. Por eso es importante el cómo entendemos la autodefensa como una autoorganización que puede llegar a través de las formas de conocimiento de la propia historia colectiva. El arma más grande que, como mujeres, tenemos sirve para combatir el olvido, y esta es el conocimiento común de nuestra propia historia.
-Y después está la transformación cotidiana en barrios, calles y en los espacios de toma de decisiones, pero también de vida, de cuidados, la casa, la familia. ¿Cómo son estas esferas?
-Hubo una revolución social en la que casi se rompió la barrera entre lo que se llama espacio privado y el espacio público. Hay límites muy débiles porque todas las mujeres tienen un papel en la democracia directa dentro de su sociedad, organizadas en diferentes comités de diferentes áreas. Y la familia cambió mucho a partir de la democratización, fruto de los procesos de lucha de las mujeres, que hicieron una revolución dentro de la revolución. Decidieron enfocarse más hacia una crianza colectiva de los hijos y organizarse autónomamente a partir de preguntarse: “¿qué vida queremos?”. Así vieron que, cada vez que una mujer se pone de pie junto a otras, se organiza, se cuestiona con la intención de transformar la realidad, tiene que ver con la sociedad entera y no lo hace nunca desde una dimensión individualizada de las necesidades. Las mujeres en Rojava han entendido que no es posible liberarse individualmente. Ese fue uno de los logros más grandes. Ahora las mujeres deciden.
(Toma la taza que le acercamos: “hace mucho tiempo que no tomo té, lo extrañé”, sonríe).
Hay un ejemplo. Este hecho que parece increíble: las mujeres están organizadas en los grupos de debate y decisiones mixtas, entonces participan de las decisiones generales con los hombres, pero también están organizadas autónomamente. Las mujeres que van al espacio mixto, previamente se reúnen, y entre ellas deciden colectivamente quiénes están listas para asistir a las reuniones, por lo que hay una doble presencia de las mujeres.
Lo que pasa con la cuota también es muy interesante. Al inicio de la revolución se dijo: “tenemos que poner el 50 % de mujeres en cada institución, desde la comuna y los congresos, hasta los encuentros populares regionales”, y hemos visto que este 50 % ahora ya no sirve para empujar la participación de la mujer, sino para defender la participación de los hombres (ríe). Esta cuota es muy importante para garantizar su participación.
-En los feminismos y activismos está muy presente este debate sobre el “separatismo”: los grupos de toma de decisión, hasta de convivencia y de trabajo militante “no mixtos”, para permitir posicionar la voz y las formas de trabajar de las mujeres como imprescindibles, sacarlas de la sombra. ¿Cómo lo trabajan ustedes?, ¿cuál es la dinámica?
-Tanto en la estructura organizativa del Movimiento de Mujeres del Kurdistán, como en cada sector de la sociedad, se vio la importancia de la autonomía organizativa de las mujeres, pero sin separarla de la esfera de lo general, de los espacios mixtos. Lo que se logró fue una forma de autonomía en la complementariedad. Las mujeres son responsables de las decisiones tomadas en lo mixto, porque, al reunirse previamente, tienen siempre propuestas impulsoras para las asambleas mixtas.
A partir de los años 90, al organizar una teoría de liberación de las mujeres, el primer paso que se vio necesario fue la dimensión de matar la mentalidad masculina dominante y la separación, no entendida solo en un sentido físico, sino también mental y psicológico, desde la influencia del pensamiento patriarcal que ejercía fuerte control y divisiones entre las mismas mujeres. Se empezó a hablar, y hasta ahora se lo hace, del “divorcio infinito” dentro del movimiento. Pensamos que, en cada lugar donde el patriarcado tuvo sus instituciones, paralelamente, debe haber una institución autónoma alternativa de mujeres que desafíe ese sistema construyéndose sobre otros niveles de relación no patriarcales. La coordinación con el espacio mixto es, por supuesto, muy importante, pero dentro de los mecanismos de decisión son las mujeres quienes tienen poder de veto sobre algunas determinaciones tomadas por el espacio mixto, si no están de acuerdo. Los hombres, en cambio, no pueden poner un veto sobre la decisión tomada por las mujeres.
-Permítenos viajar hacia Rojava, ¿cómo es la realidad en la parte Norte de Siria liberada?
-Bueno… es muy difícil expresar con palabras qué significa en términos de la profundidad de relaciones humanas y de conexión con todos los seres, vivir un lugar donde el patriarcado es visto como la primera dimensión a derrotar, y donde se respira juntas fuera de un estado-nación centralizado y fuera del capitalismo.
Pero en términos de sensación, la diversidad de esta revolución, en los colores y en los diferentes pueblos que se expresan en libertad, son probablemente algunas de las cosas más fuertes. La revolución es vivir la posibilidad de cada ser humano de expresarse en libertad. Fue un proceso que lleva muchos años de lucha ideológica, estamos hablando, de verdad, de un cambio de paradigma que tiene consecuencia histórica en el mundo, y que, como utopía concreta, es llevado hoy a la práctica. Es muy esperanzador ver las dinámicas interculturales dentro de la sociedad, la posibilidad de cada grupo de expresarse con su lengua nativa y al mismo tiempo el poder entenderse entre ellos sin traducción, una sociedad en la que conviven diferentes espiritualidades, de manera interreligiosa, y en la que todos los problemas se tratan en términos de resolución pacífica, pues hay comités de resolución y paz en cada barrio; hay principios éticos, pero no hay la dimensión necesaria de la prohibición y de la ley como medida para vivir juntxs. La posibilidad de autoorganización que tuvieron estos pueblos kurdos, armenios, chechenos, circasianos, asirios, caldeos, yazidas, turcomanos, surgió al preguntarse “¿qué tipo de vida queremos?” y al alcanzarla, el proceso que se creó es alentador para todas las causas de lucha del mundo.
-¿Cuáles son las dificultades más allá de Rojava? ¿Qué retos hay, sobre todo en los territorios que no han sido liberados, bajo opresión de los estados-nación en los que se ubican?
-Los retos no están en el hecho de no tener contradicciones, porque la revolución es un proceso en el que llevamos más de ocho años y hemos visto cómo ha ido cambiando, sino en encontrar siempre los mecanismos y los métodos para solucionarlas. Esto se logra poco a poco. No es que el sexismo esté derrotado 100 % en cada esquina, pero hay mecanismos que permiten transformar, que parten de los hombres y las mujeres que están en primera línea. Hay la necesidad, en este momento, de combatir el patriarcado, y es un reto en común de todos los movimientos de mujeres del mundo ir a las raíces del problema y derrotarlo desde las bases.
Me acuerdo de una mujer que conocí en el área de Sinjar, al noroeste de Irak, donde se ubica una de las comunidades más antiguas del mundo, la E.zida. Cuando Turquía ocupó ese territorio, secuestró a las mujeres para usarlas como esclavas sexuales. Ahora, después de la liberación, estas mujeres están en posición de desafiar los poderes estatales del Gobierno iraquí y sirio, organizándose en una autonomía democrática. Tienen sus propios sistemas de educación, de defensa y de cooperativas ecológicas, entre otros.
A través de esas historias de liberación se puede entender, como me hizo entender mi compañera en Sinjar, que solas no podemos liberarnos. Como ella me dijo, “cuando me encontré con otras mujeres que vivieron lo que yo he vivido, no fue solo un momento de toma de consciencia de nuestra opresión, pues entendí que desde nuestros diversos contextos, estando juntas, podemos realizar una vida diferente, y que sí puedo decidir sobre mis relaciones de vida”. Creo que eso tiene que ver con la forma cómo podemos crear distintas formas de amarnos desde nuestras diferencias y de entendernos. Estamos hablando de nuestras vidas, nuestras esperanzas, nuestros sueños.
Creo que este es un siglo revolucionario para la liberación de mujeres. No es el siglo anacrónico de la derrota del proletariado contra la burguesía, es el siglo de la revolución de las mujeres. De encontrar en nosotras, en las luchas mundiales, mecanismos de defendernos la una a la otra, sin una dinámica de solidaridad jerárquica en el sentido de apoyar, de percibir desde nuestras diferencias de verdad, las necesidades de cambio comunes en mecanismos de autodefensa y auto-organización conjunta.
-Hablemos un poco de la jineologî, que es muy importante para entender todo el proceso. ¿Qué es? ¿Cuáles son sus planteamientos más fuertes?
-Es una ciencia conectada con la vida, de hecho jineolojî viene de jin, que significa mujer, pero también proviene de jiyan, que significa “vida” en kurdo. En la jineolojî, la producción de conocimiento parte desde lo cotidiano y comunitario y de la necesidad de no alejarse demasiado de la sociedad, como muchas de las ciencias sociales han hecho. La jineolojî no es solo una práctica de deconstrucción o de decolonización del pensamiento, sino de construcción, de expresión a través de la recuperación de las luchas de la creatividad de las mujeres en la historia, y de actualización de estas a partir de nuevas formas de organización de la vida libre en común.
La jineolojî nació hace ocho años, a partir del escrito “Sociología de la libertad”, elaborado por Abdullah Ocälan. En este texto, él hace una defensa de la sociedad frente los ataques estatales, y concluye que una solución a esta problemática es desarrollar una revolución de las mujeres. Es allí donde se sugiere por primera vez sistematizar las experiencias de lucha de las mujeres en Kurdistán y en el mundo a través de una ciencia social de mujeres. Ocälan se encontraba en la cárcel cuando escribió este texto, pero el movimiento de mujeres encontró desde su mirada teórica colectiva, basada sobre su experiencia de lucha, pasos prácticos para desarrollar esta ciencia social de las mujeres en Kurdistán: la jineolojiî.
El objetivo es superar los límites de una epistemología fragmentada, a través de una nueva visión holística del saber, de preguntarnos como mujeres de qué manera podemos entender el universo en el que y con el que vivimos. La mujer, en la historia, siempre ha sido definida por otros y vista como un misterio, nunca como sujeto de la historia. Lo que pretende la jineolojî es romper con la dinámica de ver a la mujer como objeto de investigación; es romper con la dicotomía sujeto-objeto. Por fuera del pensamiento occidental binario. La jineolojî quiere poner las bases para crear una conciencia y un conocimiento que llegue directamente desde la experiencia de lucha de las mujeres, y no desde lo académico o lo institucionalizado, que tiene otras maneras de entender la ciencia, conectándose con el poder y no con la vida o con la libertad.
-¿Qué falta o por qué son deficientes las ciencias sociales para entender el mundo?
-Les falta conexión con la sociedad. Criticamos mucho a las ciencias sociales, aparte de los feminismos también, que se han quedado en la academia y no se han vinculado en la transformación social. El vínculo entre lo que vivimos, la teoría que desarrollamos y la práctica que llevamos a cabo es fundamental. Las mujeres nos preguntamos por qué existimos y de dónde venimos, y estas son preguntas que queremos empezar a darles respuesta a partir de este trabajo, desde la acumulación histórica y plural del conocimiento desde y con las mujeres para entender qué tipo de cambios puede alcanzar nuestra lucha y nuestra existencia. La jineolojî es la ciencia social propia del confederalismo democrático, pero también es el instrumento de lucha y autodefensa que nos da la posibilidad de ser nosotras mismas, a través del conocimiento de la realidad, que tiene posibilidades extensas y creativas en cada instante.
-Es una ciencia de elaboración colectiva e infinita, no tiene autoras, referencias o citas bibliográficas. Tiene partes de cada mujer del movimiento, en territorio, pero también de la esencia de las mujeres que ya no están. ¿Qué método hace posible esto?
-No es una ciencia social que se hace desde arriba, sino un método comunitario para la búsqueda de la liberación que tiene como referencia las comunidades, antes que las teorías feministas, que son muy importantes. La jineolojî no quiere ser una alternativa al feminismo, sino ser una contribución a los feminismos. También busca poner una base común a través de las referencias de las luchas actuales y las pasadas que nos pertenecen como mujeres en el mundo. Ponemos en el centro estas preguntas: “¿cuáles fueron las resistencias que realizamos como mujeres en nuestros contextos?” y “¿cómo podemos conectarnos a nivel grupal?”
Fue muy emocionante ver que en otras partes del mundo, a través de búsquedas históricas, podemos encontrarnos y sentirnos cercanas a pesar de nuestra distancia geográfica. Nos pasó en Colombia, por ejemplo, con las mujeres organizadas en el Valle del Cauca, con quienes entendimos, a través de la sabiduría ancestral que han transmitido a través de los cuentos, luchas anticoloniales, las abuelas, lucha que nosotras acumulamos a través de referencias simbólicas antipatriarcales. Reconocer nuestro recorrido como una travesía que nos puede encaminar juntas hacia la liberación.
Hay comités de jineoljî en muchas partes de Europa como Italia y España, su sede está en Bélgica por razones institucionales. También se fundaron comités a partir de las necesidades de las mujeres en otros territorios.
La jineolojî ha contribuido con los primeros pasos hacia esta lucha común para alcanzar el nivel de confederalismo democrático mundial de las mujeres, que se dieron en Alemania el 6 de octubre de 2018, durante una conferencia internacional llamada Revolución en Construcción. Allí participaron más de 600 mujeres provenientes de más de 70 países, entre ellos Filipinas, Afganistán e India, y de regiones como Latinoamérica, Medio Oriente y Rakka, que es una ciudad liberada del EI en Rojava, que ahora se encuentra bajo amenaza por Turquía.
-En la cotidianidad, ¿cómo está presente la jineolojî?
-La jineolojî da la posibilidad de desarrollar una forma de energía a la que nosotras llamamos jinergy (ríe), que se logra experimentar cuando se está entre mujeres y se reconocen las raíces arraigadas y entrelazadas de nuestras luchas. Tiene que ver con la posibilidad de encontrar, en lo cotidiano y en las cosas pequeñas, estos momentos llenos de sentido y amor creativo a la vida, que nos permiten expresarnos en libertad y juntas. Consiste en prácticas de confianza, de solidaridad y de comunalización de la vida.
Algo que hicieron y hacen las ciencias sociales es percibir a la sociedad como algo externo a nosotras, que la debemos organizar y controlar de alguna manera, como ingenieras, y eso no permite que nos sintamos parte de ella. La jineolojî piensa que las comunidades, son nuestras escuelas de aprendizaje mutuo y que no solo tenemos que luchar en contra de algo, sino defendernos y hacernos más fuertes a partir de nuestras relaciones más cercanas. Con la jineologî podemos sentir lo que las mujeres en cada parte del mundo sienten en un momento en el que quieren levantarse para luchar contra el patriarcado.
-¿Por qué ha sido importante jineologî para el proceso del confederalismo democrático?
-Ha jugado y juega un papel básico en el confederalismo democrático, pues es la ciencia base de la revolución. Por ejemplo, en los comités que desarrollan aspectos de la vida como salud, economía, proyectos ecológicos, cultura y arte, entre otros, la jineolojî está presente como perspectiva base. Las compañeras desde la jineolojî participan en cada comuna, en cada espacio, porque la jineolojî no es tanto un concepto, un paradigma o una visión del mundo, sino que es una perspectiva que atraviesa diferentes campos de la vida, permitiendo que la diversidad de las mujeres esté presente de manera creativa en definir necesidades de la sociedad y satisfacerlas.
-Pero la jineologî no es una teoría feminista, aunque de lejos serían difíciles de distinguir. ¿Dónde se encuentran? ¿En qué se basa la crítica al feminismo desde la jineolojî?
-La jineolojî es una ciencia social. Creo que se encuentran en cada lugar en donde las mujeres luchan y resisten desde las vertientes autocríticas y no hegemónicas del feminismo. Hay muchas compañeras que cuentan que hace 10 años, cuando empezaron los procesos de jineolojî, se plantearon cómo nombrarla. Entonces, hubo el debate sobre si “¿somos o no somos feministas?”, porque en los años 90, se hizo mucho debate desde las autoras feministas. Cuando se sistematizó la propia experiencia de lucha a partir de una perspectiva del Medio Oriente, lo que dijeron estas compañeras fue que no sabían que eran feministas, pero lo eran, y que querían autodefinirse desde su experiencia de lucha.
Entonces, ¿qué nombre le dábamos a nuestra lucha? Feminismo podía ser, pero, ¿por qué?, si desde Kurdistán se vio como el feminismo, en algunos casos, tiene una matriz arraigada en algunos supuestos metodológicos positivistas u orientalistas, y tiene una raíz genealógica que se desea que sea reconstruida solo a partir de la dimensión blanca eurocéntrica. Esa era una crítica.
Pero no es una alternativa al feminismo. Desde una perspectiva propia de formación y práctica colectiva feminista durante toda mi vida, la jineolojî me permitió entender más, desde los vínculos nunca sueltos con mis compañeras, los núcleos principales del feminismo a partir de una resignificación total de todas las experiencias comunitarias de vida y lecturas hechas hasta entonces.
Entendí mejor a Carla Lonzi, una feminista radical de los años 70 en Italia, a Rosa Luxemburg, a Virginia Bolten, a Audre Lorde y a todas las demás luchadoras que contribuyeron en la teoría y práctica de la liberación de las mujeres hasta ahora. Creo que este es nuestro reto, romper con los automatismos que han puesto nuestros pensamientos y afectos bajo un monopolio de teorías coloniales y etiquetas.
-Ahora que estás visitando Latinoamérica y, anteriormente, has vivido en diversos lugares de América Latina, ¿cuál es tu visión de los movimientos feministas y de mujeres en la región?
-Una visión de fuerza y que está levantando un proceso único en la historia de Latinoamérica. Estoy hablando de Ecuador, del proceso histórico que las mujeres han iniciado desde el paro, rompiendo con medidas mundiales de violencia financiera y patriarcal, y siendo una inspiración para el mundo entero. Pienso también en Argentina, en su potencia en la internacionalización de la lucha desde Abya Yala, resignificando a nivel mundial herramientas como la huelga desde la plurinacionalidad y disidencia, más allá del colonialismo. Los feminismos comunitarios en Bolivia, a las compañeras en estado de sitio y resistencia desde las comunidades maya en Guatemala…
En Colombia hay una potente organización social comunitaria desde la autonomía contra el narcotráfico, y en Honduras, desde las huellas de Berta Cáceres, las mujeres se organizaron siguiendo la lucha contra cada golpe político. No olvidamos a Marielle Franco y a la lucha de las mujeres negras en la Amazonia de Brasil, a los procesos en Haití, Puerto Rico, Costa Rica, y, especialmente en estas horas a Chile, donde la mujeres, en contra de cada represión violenta y dictatorial, están desafiando 30 años de gobierno neoliberal, mostrando su fuerza histórica de construcción de otra sociedad.
Hay muchos procesos en el continente en los que las mujeres están al frente de las resistencias, transformando la sociedad y en la defensa de los territorios y de la vida. En México, mientras la violencia sexual y policial, y proyectos como el Tren Maya y el transísmico apuntan a la destrucción, las mujeres construyen desde la autonomía formas comunes de vida alternativa, como nos demostraron las movilizaciones urbanas contra la violencia y la organización del II Encuentro Internacional de las Mujeres Zapatista, que se llevará a cabo en diciembre. Todo eso no se acaba, no hay vuelta atrás.
Pero creo que hay desafíos en todo este proceso. El primero es no entender nuestras reivindicaciones solo en términos de modificar la ley, sino como luchas más integrales que tenemos que alcanzar desde la autonomía de una agenda propia a largo plazo e interconectar con otras luchas, en todo el continente y a nivel internacional. El segundo es que la defensa de la tierra, no sea solo la posición reactiva que nos lleve a encontrar medidas para defendernos desde los territorios, sino que sea también una lucha para ampliar la autoorganización frente a las políticas extractivistas y de destrucción, para crear, desde las movilizaciones, otras construcciones de vida y ampliar las organizaciones autónomas, como mujeres y disidencias. Estamos en un momento de dar pasos hacia una defensa activa que nos una todas, a través la crítica y la autocrítica con mecanismos comunes democráticos de tomas de decisiones conjunta. Eso es un reto del tiempo que estamos viviendo.
-Desde estas latitudes, ¿cómo se puede estar conectadas con el movimiento de mujeres del Kurdistán? ¿Hay lazos ya tejidos? ¿Cuáles quedan por tejer?
-Este es un momento histórico de lucha, las mujeres y disidencias en todo el mundo se están movilizando y están levantando su voz para defender Rojava y para parar la guerra genocida de Turquía contra las mujeres en Rojava y el pueblo kurdo. Hay una campana internacional que se llama: https://womendefendrojava.net/es/
Esta es una lucha de todas las mujeres, que nos llama a nivel mundial. Ahora en Kurdistán hay una tercera guerra mundial y sabemos que podemos detenerla con la solidaridad feminista. Eso es lo que sabemos, pero eso no significa, como el viejo internacionalismo de la línea única dice, que tenemos que ir a Kurdistán todxs y actuar de ahí, que fue lo que se hizo a partir del enfoque del centralismo en la internacionalista soviética.
Nosotras pensamos que debemos encontrar en cada lugar otros modelos de autonomía, y eso sucederá en el momento en el que el apoyo a la revolución en Kurdistán se haga concreto a través del desarrollo confederal de organizaciones autónomas de mujeres en su propia revolución. La visión del mundo del movimiento de mujeres de Kurdistán es para que, desde nuestra América, se encuentre nuevas aberturas, donde los gobiernos están en una crisis muy fuerte, y los retos en esta lucha nos plantean ir más allá de las fronteras estrechas de los estados-nación creados por la historia colonial. Encontrar otros mundos posibles, cuestionando la historia de las luchas clásicas por las independencias nacionales, que proponen la República o el Estado como modelo de convivencia. Se trata de organizarnos autónomamente, más allá de los confines de dominación inventados que nos separan.
Estamos en un proceso de creación del confederalismo democrático mundial de las mujeres. Especialmente Kurdistán y Abya Yala son unidas desde cosmovisiones y autoorganizaciones de los pueblos y las mujeres.
Las mujeres contribuyeron al movimiento de liberación del Kurdistán desde su fundación, con su compromiso de lucha y ahora de nuevo en este siglo con su potencia de liberación. Nuestra llegada es una manera de crear un reencuentro histórico, de luchas que siempre han estado interconectadas. Tenemos que desarrollar más que nunca ahora nuestra unión. Combatir la guerra global del patriarcado, es hoy nuestra lucha conjunta para vivir libremente en nuestra Tierra.
Fuente: Kurdistanamericalatina